La Pernía, montana palentina

 

Bosque

El bosque en el otoño es otro espectáculo. Cuando transites por él no te limites sólo a ver las hojas caídas, sino también los árboles que se mantienen de pie. La vida invariablemente triunfa sobre el sufrimiento y la muerte. Canta a la hoja que está caída, sí, pero también al árbol que reverdecerá y volverá con nuevos bríos mostrándonos sus hojas, flores y frutos.

Todo esto que, aparentemente se muestra insignificante, es parte del rocío de las cosas pequeñas donde el corazón encuentra su alborada y se refresca.

Siéntate un momento y deja que se bañe todo tu ser de cuanto te rodea. Calcula, analiza, describe, sintetiza, deduce, organiza, proyecta, pero también elige el lugar, el momento, la orientación y el fondo. Sé creativo y convierte el lugar en un mundo mágico de colores, sonidos y caricias. Deja fluir tus emociones, sentimientos, estados de ánimo y amor. Vive lo que estás experimentando. Contempla con embeleso las colinas rebosantes de flores, de plantíos o de nieve donde las jornadas empezaban al salir el sol y terminaban cuando se ponía; no apartes la vista del exótico paisaje y llénalo todo de luz, de vida, de imágenes, símbolos, fantasía e imaginación. Y cuando te vayas, recorre a paso lento las pequeñas calles del pueblo y escucharás los cantos y las risas de muchos niños que aún resuenan en el aire fresco de la noche.

En uno de esos veranos lánguidos, donde puedes practicar la plácida ociosidad, intérnate en el bosque a la hora del día en que cae el sol más de plomo, cuando no se mueve una hoja de los árboles y encontrarás una quietud perfecta. Acuestate perezosamente en el suelo, tendido boca arriba para ver pasar las nubes vagabundeando por el cielo. Todo el mundo es tuyo y la paz estará puesta a tus pies.

Si andas por un bosque ten cuidado, porque habrá ramas bajas, te puedes golpear contra esas ramas. No es necesario que las cortes, simplemente agáchate un poco para volver a levantarte inmediatamente, la rama seguirá dando sombra porque la respetaste.

Cuantas veces, caminando por el bosque, cuanto más me internaba en él, el sendero se iba haciendo cada vez más angosto, y de vez en cuanto aparecían pequeños claros tapizados de brezos e iluminados por delgadas hebras de luz que lograban burlar la expesura del mismo. Otras, encontraba el suelo salpicado de florecillas mientras escuchaba el tintineo de los cencerros de las vacas y el trino de los pájaros. Casi siempre lograba llegar a lo alto, desde donde, mirando en lontananza me quedaba repirando el aire puro, ensimismado y soñando.

Cierta mañana, mi padre me invitó a dar un paseo por el bosque y acepté con placer. El se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:
Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí: estoy escuchando el ruido de un carro.
Eso es -dijo mi padre-. Es un carro vacío.
Pregunté a mi padre: cómo sabes que es un carro vacío, si aun no la vemos?
Entonces mi padre respondió: es muy fácil saber cuando un carro esta vacío, a través del ruido. Cuanto más vacío el carro, mayor es el ruido que hace.
Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todo el mundo, inoportuna, presumiendo de lo que tiene (y lo mas seguro es que no tenga nada), de sentirse prepotente y haciendo menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: cuanto más vacío el carro, mayor es el ruido que hace".

 

Lecciones aprendidas en el bosque


Cerca del final del tercer siglo antes de Cristo, el rey Tsao envió a su hijo, el príncipe Tai al templo a estudiar con el gran maestro Pan Ku. Porque el príncipe Tai sería el que sucedería a su padre como rey. Pan Ku sería quien le enseñaría las bases para ser un buen padre de familia, un buen hermano, un buen vecino en una palabra, un buen hombre. Cuando el príncipe llegó al templo, el maestro lo envió sólo al bosque Ming-Li. Después de un año el príncipe tenía que regresar al templo para describir los sonidos del bosque.

Cuando el príncipe T'ai regresó, Pan Ku pidió al niño que describiera todo lo que el había podido escuchar. "Maestro", replicó el príncipe, "yo he podido escuchar el canto de los búhos, el susurro de las hojas, el vuelo de los insectos, el canto de los grillos, el toque del pasto, el zumbido de las abejas y el murmullo del viento". Al concluir el príncipe su relato, el maestro le pidió regresar al bosque a escuchar más allá de lo que ya había escuchado. El príncipe estaba desconcertado por lo que le pidió el maestro. ¿No habría escuchado cada sonido realmente?.

Día y noche, el joven príncipe permaneció sentado sólo en el bosque escuchando. Pero él no percibió otros sonidos de los que había oído. Entonces, una mañana cuando el príncipe estaba sentado en silencio bajo los árboles, el empezó a discernir ligeros sonidos diferentes de aquellos escuchados antes. Agudizó su oído y los sonidos a ser más claros. En ese momento tuvo una sensación de lucidez que lo envolvía. "Estos deben ser los sonidos que el maestro quería que yo escuchara", reflexionó.

Cuando el príncipe T'ai regresó al templo, el maestro le preguntó qué más había escuchado.
"Maestro", respondió el príncipe reverentemente, cuando yo escuché más de cerca, escuché lo esencial: "el sonido de las flores cuando se abren, el sonido del sol calentando la tierra y el sonido del pasto cuando prueba el rocío de la mañana".

 

El maestro aprobó con la cabeza. "Escuchar lo esencial -remarcó Pan Ku- es una disciplina necesaria para ser un buen ser humano. Solo cuando alguien ha aprendido a escuchar con atención el corazón de las personas, a escuchar sus sentimientos no comunicados, el dolor no expresado, y demandas no habladas, puede él esperar inspirar confianza en los demás. Entender cuando algo está mal, y encontrar las verdaderas necesidades de los otros. Los problemas e incomprensiones sobrevienen cuando solo escuchamos palabras superficiales y no penetramos profundamente en el alma de las personas para escuchar sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos".

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